domingo, 6 de noviembre de 2011

LOS JUEGOS SEXUALES DE GANDHI

¡Gracias Compañeros por vuestros comentarios!

Brigada, Me quedo con tu frase “los judíos sabían a que iban” y aunque por supuesto no les comentaron: “oye os vamos a meter en agua fría a ver que tal la hipotermia”, vamos a suponer que hubieran estado totalmente informados de los experimentos que se iban a llevar a cabo y de lo salvaje que era este tio. Entramos entonces en que el importante hecho de que los participantes conozcan mas o menos a fondo el procedimiento y el objeto de la investigación, es un derecho que sólo tiene sentido si dicho participante tiene la posibilidad de echarse atrás.

En la investigación educativa, ¿también existe ese derecho a negarse a participar por parte del alumnado en según que caso?, ¿o por el hecho de estar en el proyecto de centro o de la propia asignatura se les hace partícipes directamente?

A continuación, y para desmitificar a Gandhi, copio y pego un articulo que me ha impactado acerca de los llamados "Experimentos con la Brahmacharia", investigando sobre su propia castidad... interesante...
En el año 2011 Gandhi se hubiera mudado a Alhaurín hace tiempo y no a un adosado precisamente como dijo nuestro conferenciante Antonio Marfil.


Dormía con mujeres desnudas para probar que podía mantener su castidad. Una nueva biografía del líder indio asegura que, en realidad, estaba obsesionado con el sexo.



Experimentos. La terapia espiritual de dormir con mujeres jóvenes desnudas para enfrentar a la lujuria le trajo graves problemas políticos a Gandhi.


Gandhi descubrió la sábana y se quedó mirando a Manu, la hermosa muchacha que aquella noche compartía colchón con él. Se dirigió a ella con voz suave y profunda: “Los musulmanes nos pueden matar en cualquier momento, debemos poner a prueba nuestra pureza, ofrecer el último de nuestros sacrificios, debemos dormir desnudos a partir de ahora”. Entonces el anciano empezó a quitarse el dhoti. La joven, de 18 años, le miraba sin decir nada.
No parecía asustada. Y también empezó a quitarse la ropa lentamente hasta que los 2 se quedaron completamente desnudos. Estaban muy cerca, pero no se tocaban. Por el hueco de la baranda entraba un poco de luz que dejaba entrever la piel fina y luminosa de ella. La tersura de su piel contrastaba con la flacidez y la sequedad de aquel anciano de 77 años. La pareja se encontraba en el campamento temporal de la localidad de Srirampur, en la peligrosa región musulmana de Noakhali, Pakistán Este (hoy Bangladesh), donde se estaban produciendo matanzas de hindúes por parte de musulmanes, a finales de 1946. Gandhi había viajado hasta allí con la intención de pacificar la zona y lograr la imposible reconciliación, según relata el historiador Jay Adams en su biografía Gandhi Naked Ambition (La ambición desnuda). En medio de la tensión de aquel viaje había escrito al padre de Manu para que le enviara a su hija para llevar a cabo el último de sus experimentos sexuales y así probar su castidad, lo más duro.
La necesitaba más que nunca. Manu era la sobrina-nieta de Gandhi. Kasturba, su esposa, la había cuidado desde que tenía 12 años y perdió a su madre. Cuando Kasturba murió 2 años atrás, Gandhi se hizo cargo de ella. La joven había vuelto con su padre cuando inició el viaje a esta complicada región. Ahora la echaba de menos. El Mahatma estaba fascinado con la virginidad de aquella muchacha y se había propuesto que llegara pura hasta la muerte. Para eso debía someterla a la prueba de dormir desnuda con él para aprender a contener su deseo carnal.
Manu era el último de los experimentos de Gandhi y el que más rechazo había provocado, no solo entre sus discípulos, sino en todo el país. Dos de sus más fieles secretarios en la comunidad habían dimitido, molestos por las prácticas sexuales con Manu. Creían que había llegado demasiado lejos. Su relación puso en juego su reputación como político. La desaprobación popular era unánime, lo que le obligó a escribir una carta a su hijo Manilal, de 54 años. “No dejes que te afecte el hecho que duerma con Manu, Dios ha querido ponerme a prueba con este último paso”, le decía.
Mahatma Gandhi (1869-1948) había iniciado sus controvertidos experimentos con mujeres desnudas en 1915, cuando regresó a India después de 22 años luchando en Sudáfrica por los derechos de la comunidad india del país africano con su famosa resistencia pacífica, que más tarde utilizaría en la guerra de la independencia de India.
En Sudáfrica, Gandhi hizo el voto de castidad según la Brahmacharia -celibato de los brahmanes- en 1898 y, a partir de entonces, no volvería a dormir con su esposa ni a tener relaciones sexuales con ella para eliminar la lujuria de su relación y quedarse con lo puro. No obstante, aún tardaría 7 años en tener pleno autocontrol de su castidad. En India puso en práctica toda su filosofía. Creó los ashrams, comunidades religiosas en las que él vivía con su familia y con un centenar de discípulos suyos que lo adoraban. Su vida cotidiana transcurría en la más absoluta austeridad. Ellos se lo fabricaban todo, no dependían de nadie. En estas comunidades empezó a practicar lo que él denominaba los experimentos de la Brahmacharia y que consistía en dormir con mujeres desnudas para aprender a controlar su apetito sexual. Fue un proceso progresivo.
Primero separó los dormitorios de los hombres de los de las mujeres para evitar que cayeran en la tentación de la carne, y después empezó a dormir con las muchachas y a pedirles que se desnudaran. Mientras tanto, Gandhi había empezado a adoctrinar a la gente acerca de la abstinencia de sexo, más allá del acto reproductivo en sí. Fue muy severo en este sentido con sus propios hijos. Si descubría que alguno de ellos se había acostado con la mujer de otro hombre les castigaba con 7 días de ayuno. A pesar de su apariencia frágil y desnutrida, Gandhi era considerado por muchas mujeres como un hombre muy atractivo. Su amiga Millie Polak creía que atraía a las mujeres por su feminidad, por todas esas cualidades asociadas a una mujer y que él poseía: “Gran fe, fortaleza, devoción, paciencia, ternura y simpatía”.
También los hombres se sentían atraídos por él. Pyradelal, uno de sus más devotos secretarios y consejeros, confesó que “había una gran majestuosidad en su simplicidad”. Mujeres de todo tipo se le acercaban y algunas se convirtieron en muy importantes en su vida. Sin embargo, su relación con ellas fue ambigua y despertó muchas sospechas. Fue el caso de Saraladevi Choudhuran, activista nacionalista bengalí a la que él definió como su “esposa espiritual”, en oposición a Kasturba, su esposa real, quien era analfabeta. Gandhi llegó a confesar que Saraladevi le podía hacer romper sus propias reglas.
Saraladevi y Gandhi estaban tan unidos que cada vez que ella lo visitaba en el ashram, los celos se desataban entre las otras féminas de la comunidad. Gandhi le dedicaba una atención especial, pasaba buena parte de su tiempo con ella, y esto irritaba al resto de muchachas. Gandhi intercambió cartas cariñosas con Esther Faering, una hermosa misionera danesa, y con Madeleine Slade, la hija de un almirante inglés que a los 33 años, en 1925, eclipsada por el aura que desprendía el gurú, viajó hasta la India para conocerlo. Por aquel entonces Gandhi era un símbolo en el resto del mundo y su forma de vida atraía a cada vez más occidentales. Madeleine se quedó a vivir en el ashram, adoptando el nombre de Mirabehn. Gandhi estaba obsesionado en reducir su apetito sexual poniendo a prueba su excitación. Tenía relaciones muy íntimas con muchas mujeres, que se bañaban con él y le hacían masajes mientras el anciano yacía desnudo. Eran habituales sus paseos a media tarde apoyándose en dos muchachas. Por lo general eran Abha y Sushila, dos de sus nietas-sobrinas, a las que llamaba cariñosamente “mis bastones”. Abha tenía 16 años, estaba casada y Gandhi admitió que era muy peligroso dormir con ella sin caer en la tentación del sexo, y que por esto “era un experimento muy valioso”. A Sushila Nayar la conocía desde que tenía 6 años y la sentaba en su regazo. Era la niña de sus ojos. En más de una ocasión le había pedido a su madre que se la regalara. Sushila estudió Medicina en Londres y, tras graduarse, se fue a vivir con su abuelo al campamento, convirtiéndose en su médico personal.
Otra de las controversias fue su confesión de que tenía eyaculaciones involuntarias, de las cuales estaba orgulloso porque sintió que adquiría pleno control de sí mismo y por “su creencia casi mágica en el poder del fluido seminal”. Estas afirmaciones levantaron de nuevo revuelo entre la población. Su imagen pública se deterioraba a marchas forzadas y afectaba a su influencia política. Ante el aumento de la desaprobación popular por sus prácticas sexuales, Mirabehn le aconsejó que abandonara sus experimentos, a lo que él accedió.
En 1938 escribió una carta a todos los miembros de la comunidad justificando sus baños desnudos con Sushila: “Nunca he visto a Sushila desnuda. Mientras ella se bañaba, yo cerraba los ojos y todo lo que sé de su cuerpo es por los sonidos”. El alejamiento de Sushila le provocó una terrible nostalgia. “Por primera vez en mi vida he perdido mi autoconfianza”, escribió. Este ataque de nostalgia lo llevó a suspender una reunión con Jannah, el líder musulmán, una reunión en la que debían tratar la unión entre musulmanes e hindúes, por no sentirse fuerte para negociar. Tres meses después volvió a hacer más experimentos. Pero no todas las mujeres lo adoraban. En una ocasión lo visitó una de sus nietas, Sumitra, después de graduarse en una escuela británica. Cuando él le pidió que se quedara en el ashram como secretaria suya, ella le respondió furiosa: “Yo no quiero ser una de tus secretarias inferiores que limpian tu ropa y tus utensilios, organizan tus comidas y se sienten importantes”.
En su libro, Jay Adams pone en duda la legitimidad de su mensaje de castidad y de abstinencia sexual y describe a Gandhi como un hombre traumatizado y obsesionado con el sexo. Esta obsesión empezó en 1882, cuando tenía 13 años y su padre lo obligó a casarse con Kasturba Kapadia, de su misma edad. En la desconcertante noche de bodas, el pequeño Gandhi lo único que hizo fue correr la cortina, ni tan siquiera miró a su mujer. Despreció a su padre por haberle creado esta urgencia sexual tan joven. Ese trauma se agrandó 3 años más tarde, cuando su padre murió mientras él estaba haciendo el amor con Kasturba. No se perdonaría nunca que su padre no muriera en sus brazos -era un privilegio en la India que alguien muriera en tus brazos- porque se había dejado llevar por un impulso carnal irrefrenable. También cuestiona que bañarse y acostarse con muchachas desnudas, aunque no las tocara, no se pudiera considerar sexo. Mientras para un joven impera la penetración y la eyaculación, “para un hombre mayor, un erotismo menos específico es suficiente: el sonido de la voz de una mujer, el tacto femenino, la visión de la desnudez”. Tras la muerte de Kasturba en sus brazos, en 1944, los experimentos eróticos de Gandhi se radicalizaron. Empezó a dormir con 2 muchachas a la vez, se sometió a situaciones de extrema excitación, incluso llegó a acostarse con hombres con la misión preconcebida de convertirse en un “eunuco mental”. La aceleración de las experiencias coincidió con el proceso final de las negociaciones emprendidas con la colonia británica con el propósito de firmar la independencia de la India y Pakistán, que finalmente llegaría en 1947.
Al final, el Mahatma se llevaba a la cama mujeres cada vez más jóvenes, hasta que llegó Manu, quien ocuparía los últimos meses de su vida y con la que se propuso el último de sus experimentos. Ella lo acompañaba a todas partes. Manu fue la última de las mujeres que durmieron desnudas con él. Y era la mujer que lo acompañaba aquel 30 de enero de 1948 en Delhi, cuando el llamado profeta de la paz fue abatido a tiros por un extremista hindú. El Mundo

No hay comentarios:

Publicar un comentario